Opinión

El futuro del trabajo en la cuarta revolución industrial

Darinel Herrera es un empresario mexicano que ha dedicado su trayectoria profesional a incentivar el intercambio comercial, de experiencias y conocimientos entre México y la Unión Europea a través de los negocios, el emprendimiento, la cultura y la educación.  Fundador y director general de la Plataforma Mexicana de Cooperación Internacional MexiKans, eNLace Agro y  Exporta MX. Cofundador de la Red de Liderazgo Iberoamericano para el Desarrollo y United Producers of Michoacán.

Hace ya algunas décadas, muchos de nosotros observábamos con asombro y  lejanía el momento en el que la humanidad pudiese comunicarse, convivir  y trabajar de manera remota  a través de una pantalla. 

Era fascinante imaginar un mundo donde las personas pudiésemos tener algún día la oportunidad de  gozar de una vida cómoda y automatizada como la de la familia Sónico. Una vida donde los dispositivos electrónicos, los programas computacionales  y los robots se encargasen de nuestras actividades laborales, del cuidado de nuestros  hijos y de  las tareas del hogar sin tener nada más de qué preocuparnos. 

Felizmente, gran parte de esas grandes ideas hoy en día son una realidad gracias a los avances tecnológicos y a la denominada cuarta revolución industrial (la transformación digital). Una revolución industrial que en esta ocasión (a diferencia de las anteriores),  vio acelerado su proceso de incursión a nuestra vida y a nuestra sociedad gracias a una pandemia.

 

El futuro del trabajo 

Como ahora sabemos, la cuarta revolución industrial no solo llegó a migrar  los procesos productivos hacia el campo digital,  sino además, vino a transformar el futuro del trabajo y el mundo de las relaciones laborales.

Un nuevo paradigma laboral que en muchos casos beneficiará a las compañías haciéndolas más eficientes y más productivas, y en muchos otros las convertirá  en entidades productoras menos empáticas e inclusivas con el hombre y sus circunstancias particulares, incrementando considerablemente la desigualdad laboral a nivel global.

Al respecto, Néstor Márquez, futurista, dijo: “La tecnología tiene el potencial para transformar la vida y en especial el trabajo de los seres humanos. El trabajo no tiene porqué seguir siendo el mismo de la revolución industrial ya que se ha transformado a lo largo de la historia y se va a seguir transformando en el futuro“.

Y para muestra basta un botón…

Desde que empezó la pandemia se han perdido alrededor de 26.6 millones de empleos en América Latina y el Caribe según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una cifra que equivale a toda la población de Chile y Paraguay juntas.

Si bien la gran mayoría de los empleos perdidos son consecuencia directa de la actual  crisis sanitaria y financiera, también es una realidad que un buen porcentaje de estos despidos son a causa de la migración de la empresa latinoamericana al teletrabajo.

Es evidente que existe una brecha abismal de acceso a herramientas digitales entre los trabajadores de bajos ingresos y los trabajadores de ingresos medios y altos, ya sea por la carencia de equipos o por desconocimiento del uso de herramientas digitales.

Según datos del Observatorio del Mercado Laboral Covid-19, sólo 28 % de los trabajadores de bajos ingresos pudo reincorporarse a su trabajo en la modalidad digital, mientras el 61 % de los  trabajadores de ingresos medios y altos, pudo hacerlo sin problema alguno. 

Por este motivo, los empleadores se han visto obligados a decidir por quedarse con los empleados que sí pueden trabajar a distancia y prescindir de los que no, situación que ha incrementado los casos de desigualdad de manera heterogénea, afectando en mayor número a mujeres, ancianos  y personas de bajos recursos según datos del BID. 

Por otro lado, esta cadena de despidos ha incrementado considerablemente el aumento del comercio informal por parte de los ahora desempleados  así como el aumento de inversión en la automatización. 

Finalmente, en los países desarrollados seguimos percibiendo una polarización entre los mandos medios y los robots, llegando al punto en que pareciera que los nuevos planes son desarrollar el talento para complementar a las máquinas y no viceversa. 

Sin duda, un momento clave en la historia del hombre para decidir cuál es el límite de nuestra relación hombre – tecnología.

Editorial

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